miércoles, 26 de junio de 2013

Comics y ballenas


L. trabajaba en el edificio de correos en frente de donde yo vivía, que -claro- no es donde vivo. Si los miraba de frente era como la plaza de la intendencia de Córdoba Capital y sus edificios, pero el movimiento y la gente, la sensación geográfica, eran los de una ciudad más grande, como Buenos Aires. Me entero que ella está tan cerca cuando me manda un mail agregándome o invitándome o dándome permiso a volver a tener contacto de alguna manera con ella. El mail no daba datos ni direcciones reales, pero de alguna manera yo lo supe. Era corto, impersonal, uno de esos mensajes masivos, como la invitación del Whatsapp, pero tan claro como para que yo entendiera que era un puente. Otra vez. El perdón de alguna manera.

Era estereotípicamente geek, tenía los ojos tan azules como lo son realmente, se vestía con una bermuda de jean, remera y una camisa a cuadros, el edificio de correos era como un shopping o el free shop de un aeropuerto. Enorme. Cuando nos vimos fue todo sobreentendimiento, puras miradas. Buscaba una historieta en blanco y negro, rara, que se suponía estaba escondida en algún lugar del edificio, que cuando la encontramos podía escucharse como un disco que sonaba en blanco y negro y de alguna manera se proyectaba porque podíamos verlo en el aire. Andabamos por ahí, por todos los rincones del edificio que parecía infinito, de día, de noche,con sus amigos. Con la sensación de reencuentro sanador. De poder estar juntas desde otro lugar, sin ruidos.

Buscabamos una orquídea, en un lugar húmedo, tropical, con cataratas, piedras, mucha agua.En la primera imagen trepabamos.  Cuando llegabamos a la cima de esa catarata, encontrabamos la flor. No me parecía gran cosa, sí al resto. Teníamos que llevarla a algún otro lugar, el final de una especie de misión. No sé quienes eramos, pero eramos muchos. Subíamos como a una canoa (eran cientos de canoas) en un río anchísimo y torrentoso, sentía el vértigo de las canoas precarias para semejante caudal. Era como una competencia. De repente: las ballenas. Justo debajo de las canoas aparecían enormes ballenas que subían desde el fondo, milimétrica y peligrosamente hacia la canoa. Sentir como levantaban las canoas daba miedo, el río estaba crecido, era negro y a pesar de ello se las veía subir desde el fondo hacia la canoa una y otra vez. Todo era vértigo, cada elevación de las ballenas parecía ser una advertencia que había que atender, una tragedia previsible que había que evitar, la sensación era que no iban a subir otra vez sin volcar la canoa. Finalmente, fuimos hacia el costado y con la orquídea a salvo, salté a la orilla...